Tal como fue el caso de Google de Alphabet, Facebook de Meta y el mercado de Amazon, el desarrollo de los grandes modelos de lenguaje (LLM) de estas seis compañías y otras maquinarias de inteligencia artificial se está produciendo dentro de sistemas cerrados de caja negra. Han ingerido los tesoros de datos. Todos, sin darnos cuenta, ingresamos a sitios de Internet y hemos creado bases de código altamente complejas sobre las cuales nadie tiene visibilidad. Entre ellos, dominan todas las capas de la pila de IA: el almacenamiento (Amazon Web Services), los chips para computación (Nvidia), los modelos de IA (Microsoft, con su inversión en Open AI), los datos (Alphabet y Meta) y los dispositivos que utilizamos para interactuar con los servicios de IA (Apple). Puede que compitan entre sí, pero forman un oligopolio verticalmente diversificado. O mejor dicho, dado el innegable poder que su tecnología puede ejercer sobre la vida de las personas, son una oligarquía. De hecho, el secretismo en torno a los medios por los que ejercen ese poder es característico de la mayoría de las dictaduras oligárquicas.
