Las finanzas son cada vez más un arma de guerra. Las autoridades estadounidenses y nuestros aliados se centran demasiado en herramientas macroeconómicas como las sanciones y la promoción del dólar como moneda de reserva cuando el frente moderno está evolucionando. Hoy en día, las verdaderas batallas se libran en los teléfonos inteligentes y en los mercados cambiarios globales.
China está llevando a cabo un plan de varias décadas para desplazar el mayor activo de Estados Unidos: el dólar. El dólar es fundamental para el poder económico y geopolítico de Estados Unidos como moneda de reserva global. Sin él, nuestra influencia se debilitaría y nuestra deuda se convertiría en un problema mayor. Esto es precisamente lo que quieren el Partido Comunista Chino y el Kremlin.
Porcelana y Rusia se han deshecho de miles de millones de dólares en tenencias del Tesoro estadounidense, creciente sus reservas de oro. Nuestras sanciones, diseñadas para separar a los países del sistema económico “occidental”, ya no son un elemento disuasivo suficiente para quienes pueden controlar la actividad financiera dentro de sus fronteras y proyectar su poder hacia el exterior.
Los adversarios autoritarios –incluidos China, Irán y Rusia– están construyendo activamente sistemas económicos transfronterizos paralelos que atraerán a sus órbitas no sólo a los países vecinos sino también a nuestros aliados que comercian intensamente con ellos.
Por ejemplo, más de la mitad de las empresas en Japón aceptan Alipay, mientras que más de un tercio acepta WeChat Pay. Esta distribución brinda a dos empresas chinas una visibilidad sin precedentes de las transacciones de mercado individuales de los consumidores y empresas japonesas. Podría permitir a China perturbar la economía de Japón en caso de que las tensiones aumenten, como en un posible conflicto sobre Taiwán.
Cómo puede responder Estados Unidos
China ve la tecnología financiera y las criptomonedas como herramientas para extender su poder financiero y su vigilancia a nivel mundial. Estados Unidos debe responder de dos maneras: exportar nuestra tecnología y sistemas financieros a todo el mundo y adoptar bitcoin como un activo de reserva estratégico en lugar de sofocar la innovación.
Los legisladores y políticos de ambos lados del pasillo, en particular el presidente electo Donald Trump, reconocen el poder de mantener bitcoin en el balance del país como protección contra la inflación. Esta dirección también fortalecería la resiliencia de Estados Unidos frente a los desafíos económicos planteados por las estrategias financieras de China.
La Reserva Federal, como muchos bancos centrales, posee una cartera diversa de activos de reserva. A partir de 2024, esto incluye aproximadamente 35 mil millones de dólares en monedas extranjeras y 11 mil millones de dólares en existencias de oro. Estas participaciones demuestran la fortaleza económica de Estados Unidos y proporcionan liquidez durante las tensiones financieras. Sin embargo, en nuestro mundo en rápida digitalización, la ausencia de un activo digital nativo en esta cartera es cada vez más notoria.
Con su alcance global y su creciente adopción, bitcoin es el candidato ideal para llenar este vacío. A menudo llamado “oro digital”, el bitcoin es un bien escaso. Estados Unidos es el mayor Estado-nación poseedor de bitcoins, ya que ha confiscado 210.000 monedas a actores ilegales. Esto le da a Estados Unidos la ventaja de ser el primero en actuar y podría asegurar nuestro futuro económico.
Los críticos pueden argumentar que la volatilidad del bitcoin lo hace inadecuado como activo de reserva. Sin embargo, es probable que esta volatilidad disminuya a medida que crezca la adopción y el mercado madure. En 2021, El Salvador reconoció el bitcoin como moneda de curso legal y comenzó a comprarlo como activo de reserva del tesoro. Han visto un aumento del 100% en su valor y no tienen intención de vender.
Una guerra en múltiples frentes
Estados Unidos debe reconocer que ya estamos en una guerra en múltiples frentes con China. Uno de estos frentes son los servicios financieros, y las criptomonedas son un arma en nuestro arsenal. Perder esta batalla significa que los servicios financieros globales y la actividad financiera individual estarían dominados por estados adversarios centrados en el control, la vigilancia y la dominación, y en un ataque continuo a nuestra moneda.
Trump entiende esto y dice Bloomberg en julio: “Si no lo hacemos, China elegirá [bitcoin] arriba.”
Proyectar el poder financiero estadounidense también requiere que el gobierno empodere, habilite y aliente a nuestro sector económico privado a interactuar con economías en disputa en todo el Indo-Pacífico y más allá. Ampliar el uso de nuestros sistemas de pago, bancos y dólares, incluso cuando sea controvertido, es esencial.
Ahora mismo nuestros adversarios están ganando porque ni siquiera estamos jugando. Están exportando sus sistemas, instituciones y herramientas de vigilancia a todo el mundo. Mientras tanto, hemos hecho poco mientras TikTok, una grave amenaza a nuestra seguridad nacional, cautiva a toda una generación de estadounidenses. Debemos hacer lo mismo con la tecnología financiera porque ninguna perturbación sería mayor para nuestros enemigos.
Estados Unidos debería utilizar de forma más explícita la tecnología financiera y las criptomonedas como armas. Por ejemplo, deberíamos respaldar la tecnología financiera descentralizada que permita a los ciudadanos de gobiernos hostiles como Irán usar teléfonos inteligentes para acceder a monedas estables y servicios de pago basados en dólares estadounidenses, con el fin de comenzar a separar su actividad económica del control de su gobierno. En esencia, el poder tiene que ver con el control, no sólo de la policía o la seguridad nacional, sino también de los recursos y las economías.
El mundo se encuentra en una encrucijada financiera. La pregunta no es si las monedas digitales darán forma al futuro, sino cómo nos adaptaremos a esta nueva realidad. Estados Unidos puede dar forma a este futuro adoptando bitcoin como activo de reserva. Ahora es el momento de tomar medidas audaces, y los beneficios para la estabilidad financiera y la innovación globales podrían ser profundos.